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SER NO ES SER

Badaró estrena sus últimas obras en la perspectiva de un arte de inmolarse y no emular la realidad


“Tenemos el arte de no morir de la verdad”. Así lo acuñó Nietzsche, y así la profusión artística de Bruno Badaró hace valer la máxima incrustada en el pensamiento nihilista: Que el arte es para los imaginadores. Para seres cuya inspiración trasciende el significado básico de la guía humana, que es el concepto de realidad (verdad). La frase no fue escogida por casualidad. Este es el axioma de la obra de Badaró, que sustenta todo su proceso creativo. Su obra artística supera la verdad establecida y alcanza la versión catártica del alma ilustrada. Se sumerge en el océano del subconsciente y saca a la luz. ;suntuosas composiciones de imaginería. Salta de sí mismo y se adentra en el universo imaginario intrínseco a cada uno de nosotros donde, allí sí, Badaró nunca sucumbe a la verdad ajena. Lo afronta con todas las sinapsis de su elaboración. Al fin y al cabo, como proclama la filosofía quijotesca, no es extraño dejar de enfrentarse al mundo tal y como es. Extraño es no ver como debe ser. Y es a este papel al que se redime Badaró, especialmente ahora en su recién estrenada serie de clara transgresión y profusión de colores.

Lo brasileño sigue siendo su lema sustancial, pero el nomadismo artístico le impide fijarse en la mismidad de técnicas o paradigmas. Badaró prescinde de lo kitsch, vulgar y contraceptivo. Lejos del pop art, donde más es menos y la concepción artística es mercantil. No se etiqueta a sí mismo como arte callejero convencional, ni rehuye explorar nuevos conceptos. La inquietud y la inquietud no son drama ni gasto para sus creaciones; por lo contrario. Su disparador y su línea existen por – y no a pesar – de ello. En ese nomadismo, desde Grant Kester y João Barreira (con sus modos de producción artística colaborativa) hasta la caosmosis de Felix Guattari, su traducción artística absorbe tanto la urbanidad de la metrópoli de la que nació como las raíces indígenas impresas en el apellido heredado. Badaró tiene aspectos estrictamente brasileños, que se destacan en los colores y la vivacidad de sus cuadros. La amalgama de matices genuinamente brasileños, de una cultura multiétnica, multifacética y plural emergen en sus rasgos como si Brasil fuera redescubierto a través de la perspectiva de su propia gente. Es un rediseño (o continuación) de la versión antropofágica de antaño, esta vez incluyendo los elementos de la combinación entre lo vanguardista y lo posmoderno.

Su obra, como la definiría Gómez-Peña, es un eterno estado de “devenir”. Un devenir artístico permanente. Desde graffiti a stencil. Desde pegatinas hasta flash mob. La vena artística de Badaró late en el torrente sanguíneo de la brasilidad. Sus ilustraciones suelen presentar elementos de la fauna, la flora, la gastronomía, el folclore, la pertenencia a Brasil en sus diversos matices y múltiples contrastes.

La vanguardia de Badaró se impone como inspiración fundamental en su desarrollo. Desde el cubismo de Braque, que utiliza formas geométricas para descomponer las escenas, hasta los rasgos de Cézanne, que veía la pintura en forma de conos, esferas y cilindros, Badaró se rebeló salvajemente ante la osadía de configurar mosaicos aleatorios extraídos de sus fondos y acoplarlos al rostro de sus personajes Es posible ver un pez superpuesto a una imagen armónicamente escénica arrojando luces iridiscentes de sus ojos, o incluso notar el fin de su desapego artístico al incluir cuerpos y objetos aparentemente antiestéticos a la composición de las imágenes, con el fin de desatar ;el compromiso de fidelidad con la apariencia real de lo puesto en pantalla (para que no muramos de la verdad). Badaró no representa, sino que sugiere la estructura de los cuerpos. Los retrata como si nos desplazáramos a su alrededor, observándolos desde todos los ángulos visuales, arriba y abajo, percibiendo todos los planos y volúmenes, tridimensionalmente, lo que nos remite al surrealismo de Apollinaire, donde se subvierte el sentido racionalista de las normas de normalidad. , como Breton, Buñuel o Dalí.

En esta abstracción, el transporte de Badaró de de la locura extasiada a la creatividad productiva –como subrayó McQuillan– se plasma también en la inspiración de Basquiat y sus intervenciones, desde SAMO al neoexpresionismo urbano. En los primeros atisbos En la tinta de las Etiquetas Rectas de la intransigencia que lanzó sobre los muros de São Paulo surgieron sus primeros bocetos iconográficos. El amurallado de São Paulo es para él lo que Albright-Knox fue para Miró en su Carnaval de Arlequín . Fue la epifanía  ;de las intervenciones urbanas lo que le envió las hipótesis de su continua, voluble, categórica e intensa lubricación. Perentoriamente intenso. 

Se especializa en abigarrar los tonos vívidos y exclamativos de Van Gogh, o de los nenúfares de Monet, así como las líneas curvilíneas de Tarsila en su Abaporu. Proviene de su flujo imaginativo, no solo en la manifestación colorida y extravagante, pero en el “discurso” de sus contenidos un enorme sentido de pertenencia nacional y de compromiso histórico, lo mismo que Frida y Rivera, quienes promovieron la remoción del sentido burgués del arte confinado a las alfombras y lo exhibieron en los suburbios, en el centro, por la ciudad por donde transita la gente popular, donde la vida transcurre masivamente. Si toda forma o acto de comunicar opera de un cuerpo a otro, Badaró y sus precursores con el alma abierta y la mente igualmente abierta son a la vanguardia llevarlo a un nivel exponencialmente superior: el de comunicar a todos los cuerpos, explorar todas las formas, convertir el entorno metropolitano en una galería al aire libre, defender la mortificante verdad y ofrecer la brillantez contemplativa del arte  a quien quiera que viva.

 

 

 

(Mozart A. Barcelos)
periodista e historiador

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